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31 »Supongamos que le dijeras:
    “Soy culpable; no volveré a ofenderte.
32 Enséñame lo que no alcanzo a percibir;
    si he cometido algo malo, no volveré a hacerlo”.
33 ¿Tendría Dios que recompensarte
    como tú quieres que lo haga,
    aunque lo hayas rechazado?
No seré yo quien lo decida, sino tú,
    así que expresa lo que piensas.

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